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Contaminación sónica

Hemos sostenido como argumento que las poblaciones urbanas se han transformado en ciudades de caos como un hecho natural. Sin embargo, el exceso de ruidos, altos decibeles que alteran las condiciones aceptables del ambiente en una zona determinada se denominan, contaminación sónica, señala Gustavo Copelmayer. 

Se sabe que el ruido no se acumula, ni tampoco se traslada o se mantiene a través del tiempo como lo hacen las demás, simplemente es una contaminación inmediata que deja grandes consecuencias en la calidad de vida de todas las personas y de todos los ambientes sino se llega a controlar como es debido. La terminología de contaminación acústica o auditiva, indica Gustavo Copelmayer, se describe como aquella que se da por sonidos estruendosos y molestos, los cuales generalmente son reflejados por actividades humanas, tales como el tráfico de las calles, las industrias, los locales de ocio y fiestas, el sonido de los aviones, barcos y muchos más, haciendo que se generen distintos resultados negativos para el entorno natural.

Así mismo, se van desprendiendo efectos no saludables para el funcionamiento auditivo, físico y neurológico del ser humano y que se va agravando con el paso del tiempo sin que exista alguna solución o reducción del medio donde se encuentre. Por otra parte, agrega Gustavo Copelmayer, la definición se relaciona de manera directa implicando al ruido como el único y total contaminante que da lugar a consecuencias nocivas para grupos de personas en su conjunto generando efectos sicológicos, sicopatológicos, conductual y de memoria. 

En ruidos de más de 60 decibeles (dB), el organismo responde elevando la presión arterial, produciendo dolores de cabeza intensos y con ello, dilatación de las pupilas frecuentemente en cualquier ambiente. Induce el parpadeo acelerado así como también va alterando la velocidad de la respiración y el pulso. En ruidos de más de 85 dB, los efectos, indica Gustavo Copelmayer, son la disminución de la secreción gástrica, además de la elevación de colesterol y triglicéridos, asociándose así a los riesgos de enfermedades cardiovasculares. Inclusive se incrementa la glicemia teniendo una predisposición a la diabetes si se establece en este ambiente con máxima frecuencia. 

En conclusión, la contaminación sónica o acústica puede producir o adelantar la neurosis en quienes tienen el gen afectado, episodios de insomnio, interviene también en la aparición de actitudes de agresividad e irritabilidad. Además, sentencia Gustavo Copelmayer, la naturaleza y el sensible equilibrio ecológico, también se ve afectado.